Mira, Arnau – le dijo Bernat al niño que dormía plácidamente enganchado a su pecho – Barcelona. Aquí seremos libres. SI se logra vivir en ella un año y un día sin ser detenido por el Señor, se adquiere la carta de vecindad y se adquiere la libertad. Desde lo alto de la sierra de Collserola, en la antigua vía romana que unía Ampurias con Tarragona, Bernat contempló la libertad y... ¡el mar! Jamás había visto, ni había imaginado, aquella inmensidad que parecía no tener fin. Era la primera vez que se encontraba con algo de lo que no podía ver el final.
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